lunes, 27 de diciembre de 2010

¿Deflación?, sí gracias


El autor explica cuáles son los riesgos de la deflación y defiende la caída de los precios desde el punto de vista del decrecimiento económico.


JM RIVADENEYRA / Desazkundea [Decrecimiento de Euskal Herria]
Lunes 20 de diciembre de 2010.  Número 139  Número 140
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Ilustración: Le Corbeau.
La deflación es la pesadilla de los economistas. Es uno de los fenómenos que pueden aparecer durante las crisis de sobreproducción, como la actual: al haber más oferta que demanda, los precios en lugar de subir (inflación), bajan. El problema es que la deflación induce a reducir el consumo, ya que sale más barato retrasar las compras. Y el consumo es la gasolina de la economía capitalista: si no hay consumo, hay que reducir la producción y todos pierden: las empresas reducen sus ventas, las inversiones y su plantilla (y, a menudo, sus beneficios), los Estados su recaudación, y los trabajadores acaban en el paro.
Si en una crisis se llega a producir deflación, se entra en una espiral de destrucción del tejido productivo y ahondamiento de la crisis de la que es muy difícil salir. Es lo que le ocurrió a Japón en los ‘90 en lo que se conoce como la “década perdida”. De esa experiencia no ha salido ninguna fórmula para combatir esta situación. De ahí el pánico a la deflación. Todo este análisis está hecho asumiendo que la única forma de mantener sana la economía es creciendo.

Pero si dejamos de lado el dogma del crecimiento económico, la valoración que se hace de la deflación es muy distinta. Si en lugar de asumir que el objetivo del sistema es maximizar la producción, partimos de que su objetivo es satisfacer las necesidades de la población, todo cambia. Desde esa perspectiva, la deflación se ve como un mecanismo corrector de la sobreproducción al racionalizar el consumo, ya que, en un escenario de deflación, el consumidor tiende a ajustar su consumo a lo necesario.
Y si se consume menos, también se producirá menos, llevando al sistema productivo a su dimensión adecuada. Pero la banca y sus gobiernos no lo ven así, y en lugar de redimensionar el sistema económico, se le quiere devolver a la sobreproducción que ha desembocado en cataclismo.

Por tanto, la deflación en sí no es mala, sino todo lo contrario. Pero, ¿cómo evitar el aumento del paro en una economía en recesión? La respuesta es evidente: repartiendo el trabajo. Los avances técnicos hacen que se necesite mucho menos trabajo que hace décadas para producir lo necesario para satisfacer las necesidades de la población, pero seguimos trabajando las mismas horas diarias que hace casi cien años. ¿Para qué? Para mantener el crecimiento, aunque hace tiempo que éste no sea necesario ni deseable en el mundo occidental. No es necesario, porque producimos más de lo que necesitamos. Y no es deseable porque es materialmente insostenible en un planeta que tiene sus recursos limitados, y porque condena a la población a repartir su vida entre el trabajo para producir y el consumo para sostener esa producción, sin dejar tiempo para un ocio dedicado a las relaciones familiares y sociales, las actividades culturales, lúdicas, etc. Hay que aplicar la técnica no para producir más, sino para hacerlo mejor, en menos tiempo y sin destruir empleo.
Otro aspecto que aterra a los detractores de la deflación es la pérdida de valor de los bienes acumulados, cuyo precio desciende con el tiempo. Pero no hay tal pérdida si el valor que damos a las cosas es su valor de uso y no su valor de mercado. Para entender esto, un buen ejemplo es el de la vivienda.

A quien la compra para vivir en ella, le da igual el valor de mercado que pueda alcanzar su vivienda, puesto que necesitándola para vivir no la va a vender. Y si la vende, el dinero que ingrese será equivalente al que se gaste en comprar otra. Sólo hay pérdida de valor para el especulador que compra una vivienda con la única intención de volver a venderla más tarde y obtener con ello un beneficio, y no para vivir en ella. Uno de los grandes vicios de este sistema es haber convertido absolutamente todo, incluso los bienes de primera necesidad, en mercancía. Sobre esa deformación la deflación tiene un efecto purgante: expulsa del sistema económico los elementos especuladores y no productivos, pues éstos dejan de tener el aliciente de comprar y acumular bienes para revenderlos cuando los precios hayan subido lo suficiente, dado que los precios, en lugar de subir, bajan.

En definitiva, la deflación es una bendición para la economía, un mecanismo de ajuste que redimensiona el sistema productivo y el consumo ajustándolos a los niveles necesarios, y que castiga al sector improductivo de la economía que son los especuladores, encabezados por la banca. Estos ajustes son muy necesarios cuando llevamos décadas aumentado irracional e insosteniblemente el consumo en los países ricos para poder seguir alimentando el crecimiento.

Si no entendemos así la deflación y no reaccionamos en sintonía, reduciendo la producción y el consumo y repartiendo el trabajo, lo vamos a pasar todos muy mal. El edificio económico que hemos habitado en el último siglo se derrumba. Ante ello tenemos dos opciones: intentar el imposible de apuntalarlo insistiendo en las fórmulas de siempre o desmontarlo ordenadamente, apostando por el decrecimiento. De momento, los gobiernos han optado por lo primero, y los cascotes ya están cayendo sobre nuestras cabezas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Alarma: Controladores en paro

Hoy recojo un texto escrito por una controladora aérea en el que muestra las razones por las que su colectivo decidió tomar las drásticas medidas del viernes pasado. Su manera de expresarse no es la más educada, hecho que yo interpreto como muestra de la rabia que acumula en su interior por la situación de su colectivo, que ella ve claramente agraviado.

Tenga quien tenga la razón, me parece importante dar voz también a la otra parte, ya que los medios de comunicación no parecen interesados en mostrar otra opinión que la de los partidos políticos mayoritarios.

Es obvio que los controladores hacen uso de su posición estratégica para presionar al Gobierno y así hacer cumplir sus demandas. Pero, atendiendo a las condiciones que tienen actualmente, es entendible su indignación. Aunque, por supuesto, también se comprende a los miles de pasajeros que perdieron sus vacaciones. La pregunta es, ¿hasta dónde es legítimo que los controladores utlilicen su capacidad de presión, teniendo en cuenta que haciéndolo perjudican a un gran número de personas que nada tienen que ver con el tema? Leed y juzgad vosotros mismos.


En lugar de leer los periódicos pagados por el gobierno lee el Boletín Oficial del Estado, ahí está todo y luego decides lo que te crees y lo que no.
 Otro dice que vivimos en un estado de derecho. Pues va a ser que no. El primer decreto ley que nos cascaron anuló nuestro derecho a la negociación colectiva violando la Constitución. Pues ahí está.
Me abren dos expedientes disciplinarios por escribir una mariconada de blog. Tengo dos juicios pendientes, que cada cosa que vosotros tenéis por ley yo tengo que ganarla en los tribunales y eso si tengo suerte, que si no me jodo, porque soy controladora y no se me aplica ni de coña la misma justicia que a vosotros lo creáis o no.
Mis huelgas las pactan sindicatos en los que no hay ni un controlador y me nombran servicios mínimos del 120%. Si eso es tener derecho a la huelga que baje dios y lo vea.
Ponemos a la opinión pública en nuestra contra: mentira, siempre lo ha estado porque nadie se ha molestado en escuchar los argumentos y datos que llevamos dando un año. Sólo oyeron 360.000 y no pasaron de ahí.
¿Para qué cojones creéis que nos han cascado tres decretazos y una orden ministerial?
En el primero nos ampliaron la jornada por el morro en seiscientas horas al año, que está de puta madre.
Nos crujieron el sueldo y resulta que todos sabéis lo que yo gano porque lo dicen en la tele. Pues tampoco es verdad ni por los cojones. No gano 200.000 euros al año por mucho que diga el ministro. Ni eso ni la mitad.
Si os molestaseis en mirar mejor, veríais que hace nada la directora de navegación aérea se soltó el moño diciendo que pedíamos más dinero saliendo de una reunión de la que existe un acta en la que no figura semejante petición. Un juez la obliga a retractarse, pero vosotros sólo oís lo que os da la gana. Y somos los malos para variar. Y de éstas hay mil.
Hemos presentado cientos de demandas por incidentes de seguridad, por irregularidades de todos los calibres. Van a parar al fondo de un cajón. Estamos recurriendo a tribunales europeos porque lo de España es el coño de la Bernarda.
En el segundo decretazo nos quitaron los descansos y se concedieron barra libre para ponernos a currar como animales y nos obligan a estar disponibles 365 días al año, 24 horas al día. Esto se lo comento a los médicos que me dicen gilipolleces, que ninguno curra todos los días.
Me obligaron a trabajar doscientas horas al mes a turnos de mañana, tarde y noche. Y para el subnormal que dice que trabajo como todo el mundo 40 horas a la semana, eso son 160. O sea, que yo trabajo el equivalente a cinco semanas en un mes de cuatro, cuando por ser trabajo a turnos debería currar bastante menos.
Al que le salga de los huevos que se lea cualquier estudio del efecto del trabajo a turnos sobre el organismo. La mitad de los que me ponéis a caldo dormís mal dos días y estáis hechos una mierda. Yo llevo haciendo turnos sin rechistar catorce putos años, así que no me jodáis.
Y es muy fácil imaginar mi curro desde vuestros sofás, durmiendo ocho horitas cada noche. Si venís a currar conmigo a turnos un mes en una semana no podéis con vuestros huevos.
No somos controladores suficientes, y es lo que hay. No damos abasto coño. No os queréis enterar. Nos exigís currar todos los días para tener vuestros putos puentes y vuestras putas vacaciones. ¿Dónde cojones dice que seamos vuestros esclavos? ¿Por qué vosotros tenéis todos los derechos del mundo y nosotros NINGUNO?
A pesar de que nos aumentaron un huevo las horas, como los de AENA son unos inútiles nos hicieron currar como putas en verano y se quedaron sin sus propias putas horas. Y yo no puedo trabajar por encima de lo que estipula la ley porque me meten en la cárcel.
Solución: otro decretazo, el de hoy, que hace desaparecer vacaciones, bajas, permisos, reducciones de jornada por maternidad etc y así salen horas por un tubo. Y con efecto retroactivo, que ya es para cagarse.
Vuestro puente de puta madre, y yo curro dieciséis meses al año.
Me decís que pobrecitos vuestros parientes, que no podéis ir a verlos. Yo he tenido UN fin de semana libre en nueve putos meses. Han operado a mi madre tres veces y la he visto cinco días.
Y os atrevéis a decirme que vuestras familias son más importantes que la mía.
Y ahora viene la mierda de los militares. Somos dos mil civiles, y no hay ni doscientos controladores militares aprovechables para hacer nuestro trabajo. Controlar no es conducir, y para que un militar haga mi curro tiene que saberse mi espacio aéreo, mis procedimientos, la geografía de mi zona de pe a pa. O sea, que necesita un par de mesecitos o más. Sin contar con que yo muevo sesenta aviones a la hora y ellos no pillan ni la cuarta parte. Por no decir que van tiesos de inglés para vuelos comerciales (…)
El que quiera ser un esclavo que lo sea, no me contéis que vuestros curros son peores,  espabilad y luchad en lugar de lloriquear, pero yo defiendo el último derecho que me queda, que es el de pelear por recuperar mis derechos (lo que vosotros llamáis privilegios, que manda huevos) y mi dignidad profesional y personal.
Y si lo consigo bien y si no me largo del curro. Haceos controladores vosotros y así os curráis los puentes unos a otros y tan ricamente. Os va a encantar.
Mola que sólo a una persona le haya llamado la atención que en todo este tiempo no se haya oído a los controladores. No nos dejan hablar en la tele ni salir en los periódicos porque al Gobierno no le interesa que se conozca nuestra versión. Sólo tenéis la suya.

http://controladoresareosyotrashierbas.blogspot.com/2010/12/ver-si-nos-entendemos.html

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Internet, el AK-47 del siglo XXI

En los últimos tiempos hemos comprobado el poder de Internet. Una simple página como Wikileaks ha puesto en entredicho la seguridad de los documentos clasificados de la inteligencia norteamericana. Una superpotencia mundial amenazada por las filtraciones aireadas en un sitio web que la expone para que cualquier persona con acceso a la red pueda verlas.

Esto demuestra el potencial de la herramienta que conocemos como Internet. Una red que conecta a todo el mundo con el único requisito de poseer un terminal y una conexión apropiadas. Afortunadamente, hasta el momento esos elementos están al alcance de la gran mayoría de personas que, con mayor o menor dificultad, pueden acceder a Internet. Sobre todo en el contexto urbano de los países desarrollados.

La red posibilita el intercambio instántaneo de información entre personas situadas en cualquier punto del globo terráqueo, por lo que podría ser un instrumento esencial para impulsar un cambio social, político o económico, al facilitar la organización de personas que disienten con el régimen establecido. Además, hitos como el de Wikileaks aportan transparencia al mundo en que vivimos. Nos permiten entrever lo que las opacas altas esferas deciden y sus verdaderas motivaciones, escapando así del férreo control mediático al que someten a los supuestos informadores. Y es que si los medios de comunicación de masas son empresas con ánimo de lucro que responden a los mismos postulados que los gobernantes (económicos y políticos), ¿cómo van a informar imparcial y objetivamente sobre los hechos que acontecen? Mienten. Muestran solo la información que conviene a los magnates que los controlan. Esconden todo aquello que podría arrebatarles su posición privilegiada. Internet podría ser la solución a este problema.