Después de leer las diferentes reacciones de amigos europeos y latinoamericanos a los atentados de París, me he animado a escribir este breve texto.
A mis amigos europeos: asumamos de una vez que Europa no es en centro del mundo. Geográficamente, Europa no es más que una pequeña península del continente asiático. Los muertos europeos no valen más que los muertos tailandeses, yemeníes, nigerianos o colombianos. Está muy bien que hoy todos digamos ser París (#JeSuisParis), pero entendamos el rechazo que eso provoca en personas del resto del mundo, que ven morir a los suyos con mucha más frecuencia que nosotros y, sin embargo, no reciben ni una centésima parte de la solidaridad que “el mundo” expresa hoy hacia el pueblo francés. Solo 24 horas antes de los atentados de París, el mismo grupo armado (el Estado Islámico) había llevado a cabo un ataque en Beirut que mató a 41 personas e hirió a otras 180. Ayer no vi a líderes políticos extranjeros solidarizándose con las víctimas ni ramos de flores frente a las embajadas libanesas.
A mis amigos latinoamericanos: dicho lo anterior, ello no justifica deshumanizar a las víctimas de los atentados de París. Ellos no eligieron nacer con la piel clara y hablando francés. Ellos no son responsables de que el gobierno de su país lance operaciones militares en países que hace no tanto eran sus colonias. La matanza de ayer no es justificable, a pesar de que para comprender lo ocurrido sea imprescindible analizar las causas profundas. Causas que tienen que ver con el imperialismo europeo pasado y presente, con intereses económicos de control de recursos naturales y, por qué no decirlo, con una visión racista que concibe al mundo como una lucha entre los pueblos “civilizados” y los “bárbaros”. Este sistema que divide a la humanidad entre las personas que importan y las que no importan, entre las víctimas que merecen nuestra solidaridad y las que merecen nuestra indiferencia, no debería llevarnos a despreciar a los muertos de París. Denunciemos la injusticia, sí. Pero no olvidemos que las víctimas de ayer no tienen la culpa de las acciones de su gobierno ni del olvido al que está sometida la gran mayoría de la humanidad.
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