En los últimos tiempos hemos comprobado el poder de Internet. Una simple página como Wikileaks ha puesto en entredicho la seguridad de los documentos clasificados de la inteligencia norteamericana. Una superpotencia mundial amenazada por las filtraciones aireadas en un sitio web que la expone para que cualquier persona con acceso a la red pueda verlas.
Esto demuestra el potencial de la herramienta que conocemos como Internet. Una red que conecta a todo el mundo con el único requisito de poseer un terminal y una conexión apropiadas. Afortunadamente, hasta el momento esos elementos están al alcance de la gran mayoría de personas que, con mayor o menor dificultad, pueden acceder a Internet. Sobre todo en el contexto urbano de los países desarrollados.
La red posibilita el intercambio instántaneo de información entre personas situadas en cualquier punto del globo terráqueo, por lo que podría ser un instrumento esencial para impulsar un cambio social, político o económico, al facilitar la organización de personas que disienten con el régimen establecido. Además, hitos como el de Wikileaks aportan transparencia al mundo en que vivimos. Nos permiten entrever lo que las opacas altas esferas deciden y sus verdaderas motivaciones, escapando así del férreo control mediático al que someten a los supuestos informadores. Y es que si los medios de comunicación de masas son empresas con ánimo de lucro que responden a los mismos postulados que los gobernantes (económicos y políticos), ¿cómo van a informar imparcial y objetivamente sobre los hechos que acontecen? Mienten. Muestran solo la información que conviene a los magnates que los controlan. Esconden todo aquello que podría arrebatarles su posición privilegiada. Internet podría ser la solución a este problema.
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