Foto: Juan Luis Sánchez |
Yo estuve allí. Recuerdo aquel martes como si fuera ayer. Estaba comiendo en la facultad cuando un amigo se sentó a mi lado. “Han acampado”, me dijo. “Ayer desalojaron la plaza, pero esta tarde hay otra concentración”. Me quedé sorprendido. El domingo había estado en la manifestación, pero me fui a casa antes de que nada especial ocurriera. “A las ocho en Sol”, me aclaró mi amigo. “Ahí nos vemos”, le contesté, todavía algo contrariado.
Hace ya casi un año de aquello. Sin embargo, se conserva fresco en mi memoria. Aquellos días de mayo algo nuevo nació en nosotros. Algo que no habíamos experimentado hasta entonces. Muchos éramos veteranos de la movilización callejera. Habíamos luchado por una vivienda digna y por una universidad pública de calidad, contra el racismo y contra la impunidad de los poderosos. Pero aquel 17 de mayo algo nuevo iba a ocurrir.
Al día siguiente tenía un examen. Me quedaban tres para acabar la carrera, y no podía permitirme dejarlos para septiembre. Pasé la tarde en la biblioteca, tratando de concentrarme en mis apuntes de Ética y Deontología de la Información. No obstante, la tentación de consultar internet a cada rato era demasiado grande. Facebook, Twitter, los periódicos nacionales, toda opción era poca para tratar de informarme sobre lo que acontecía en la Puerta del Sol. Imposible. Lo que aquel día llevó a la gente a las plazas fue el boca a boca y el famoso “pásalo” del móvil. Recuerdo que a lo largo de aquella tarde hasta tres amigos de diferentes círculos me enviaron mensajes informándome de la cita. Fue tras recibir uno de aquellos mensajes cuando supe que algo grande se estaba fraguando. Marcos, un amigo poco dado a la protesta, me preguntaba si acudiría. “A las ocho en Sol”, le contesté con dedos temblorosos. La emoción que sentí durante aquellas horas es muy difícil de describir. Años esperando que la juventud tomara conciencia de la realidad. Años anhelando un estallido social que pusiera de manifiesto las contradicciones endémicas del sistema. Años, en definitiva, mascando la certeza de que el conformismo de los que me rodeaban nunca se erradicaría.
Ya en el metro supe diferenciar a los que nos acompañarían en la plaza. Muchos estudiantes viajaban en la línea amarilla camino de Sol. Mis amigos y yo, sin embargo, decidimos bajarnos una parada antes. Acostumbrados a la represión de las concentraciones no autorizadas, desconfiábamos de lo que podía ocurrir esa tarde. Callao nos vio salir callados. Tensos. Con ganas de alcanzar la Puerta del Sol cuanto antes y sentirnos así refugiados entre la multitud afín. Fue llegar y tener escalofríos. Eran las ocho y cuarto y ya había mucha gente. Mucha más de la que imaginábamos. Pese a las altas expectativas generadas durante las horas previas y a la impresionante movilización en la marcha del domingo, aquella protesta del martes no dejaba de ser ilegal. Y, además, en contra de un desalojo policial. Ingredientes suficientes como para desincentivar la participación de la mayoría. Pero ese escepticismo, intrínseco a aquel que ha vivido los fracasos del pasado, se borró pronto.
La indignación fue lo que llenó las plazas, pero fue la ilusión lo que las mantuvo abarrotadas. Aquel 17 de mayo supuso el empujón definitivo al movimiento ciudadano más importante que han visto las calles madrileñas desde la Transición. Infringiendo la ley y desafiando a la autoridad, miles de personas de toda edad y condición (más jóvenes que mayores y más españoles que extranjeros, eso sí) salieron a protestar contra el deterioro de un sistema político y económico cada vez más deslegitimado. Haciendo gala de creatividad y arrojo, inventaron nuevas formas de protesta y no las abandonaron a pesar de las prohibiciones y descalificaciones provenientes de tribunales, partidos políticos y medios de comunicación. Los participantes dieron alas a esa esperanza tanto tiempo marchita de que la realidad está para transformarla. Por unos días, todo pareció posible.
Ahora, casi un año después, las cosas se ven de un modo muy distinto. Hemos asistido a luchas intestinas y fraccionamientos, a decisiones unilaterales e insultos personales. Pero, también, al fortalecimiento de la sociedad civil, a la constitución de cientos de asambleas que fomentan el debate ciudadano, a la construcción de redes que alumbran posibles soluciones a los problemas reales. Plataformas y cooperativas, referéndums y conferencias. Iniciativas de base que tratan de concienciar y empoderar a la ciudadanía frente a un sistema oligárquico y opaco.
Sin duda, 360 días después, el 15-M arroja más luces que sombras. Luces que alumbran un camino claro: el de una #democraciarealya, una #spanishrevolution, un #nolesvotes, un #tomalaplaza y un #notenemosmiedo. Y, como queda tanto por hacer, hay que dejar bien claro que #estonoseacaba.
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Se me ha caído la lagrimilla... será porque también estuve ahí
ResponderEliminarAún se me pone la piel de gallina.
ResponderEliminarCreo que a todos los que lo vivimos nos ocurre lo mismo. Pero recordad, #estonoseacaba!
ResponderEliminarMuy bien redactado, muy bueno!
ResponderEliminarPersonalmente pienso (desde hace muy poco para acá) que hacer grupos grandes para combatir al estado lo refuerza, hacer una huelga lo refuerza (sinó es de consumo y duradera), y de que hacer cualquier cosa en que la policía tenga noticia de que lo estas haciendo lo refuerza.
Me parece muy bien por otro lado porque atrae gente hacia la lucha y da a conocer cosas que se llevan haciendo durante muchos años a una porción que antes formaba parte de la mayoría y que ahora ya no. Abran paso a la resistance, ojalá algún día se convierta en resistencia de verdad.
Un saludo. A seguir informando que hace bastante falta. Un cambio muy grande de modelo de sociedad se avecina. La construcción de Europa va a estar basada en el miedo. Salud, justicia y felicidad!
Gracias Cristobal. Yo creo que la única manera de cambiar el sistema es con una mayoría social concienciada. Si no, es imposible. Por tanto, el 15-M es la mejor noticia que ha ocurrido en España desde que el dictador murió en la cama. El 15-M introduce en política a mucha gente que antes no tenía ninguna inquietud. El 15-M introduce debates en el espacio público que cuestionan muchos aspectos del régimen, antes indiscutibles. Creo que, si consigue superar sus diferencias internas y aguanta frente a la creciente represión, el 15-M puede dar mucho que hablar en el futuro. Más que nada porque el contexto socio-político-económico de España es muy propicio para que se dé un estallido social o un cambio radical del modelo político como el que se está dando en Grecia. Habrá que ver.
Eliminarm'encantaaa Jammeeesss!!
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=dHezFksIM68&feature=youtu.be
;)
Yo no estuve... y también se me pone la piel de gallina.
ResponderEliminarLindo, Jaime
Muchas gracias a todos, de verdad. Agradezco muchísimo vuestros comentarios.
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