martes, 17 de junio de 2014

Suníes vs chiíes: la “guerra fría” entre Arabia Saudí e Irán


*Lo que a continuación se presenta es un fragmento de un texto más amplio titulado "Siria y el Eje de Resistencia de Oriente Próximo", trabajo escrito por el autor de este blog para obtener el título de Especialista en Información Internacional y Países del Sur. La tesina completa se puede consultar en el siguiente enlace: http://criticakronica.blogspot.com/p/siria-y-el-eje-de-resistencia-en.html

El auge del poder iraní en Oriente Próximo, potenciado en los últimos años por el ascenso de un gobierno chií afín en Irak, la caída de los talibanes –fundamentalistas suníes enemigos de la República Islámica iraní- en Afganistán y la popularidad ganada por Hezbolá tras la guerra de 2006 contra Israel, ha despertado suspicacias entre los Estados suníes de Oriente Próximo, recelosos de ver cómo Irán alcanza el estatus de potencia regional[1].

“Entre 2003 y 2012, Estados Unidos, en una serie de despistes, convirtió a Irán en un hegemón regional. Washington derrocó al régimen talibán en Afganistán y le dio el poder a la Alianza del Norte, un grupo de fuertes aliados de Irán. Un freno a la influencia iraní en Afganistán fue eliminado. Entonces, la Administración Bush derrocó a Sadam Husein, el gobernante suní que sometió a la mayoría chií y se había erigido como una barrera a la penetración iraní en Oriente Próximo. Sin quererlo, Estados Unidos llevó al poder a un gobierno chií religioso que se alió de forma natural con Irán. Entonces, el Congreso estadounidense castigó a Siria con profundas sanciones y los halcones de Bush dirigieron firmemente a Damasco a los brazos de Irán. La Administración Bush respaldó el ataque de Israel a Líbano en 2006, que fortaleció al partido-milicia chií Hezbolá, que es ahora un apoyo clave del gobierno del primer ministro libanés Najib Miqati. Las capitales proiraníes se expandieron desde Kabul hasta Beirut e Irán de repente se convirtió en un actor mucho más importante en los asuntos de Levante de lo que había sido en la década de los 90. Los cuerpos de seguridad israelíes apuntaron a Teherán como su mayor amenaza. Irán fue idolatrado en el mundo árabe por apoyar a Hezbolá contra Israel en la Guerra Israel-Líbano de 2006”[2].
El primer mandatario árabe en hablar del supuesto arco chií fue el rey Abdalá II de Jordania, quien “alertó del peligro de un frente unido chií que extendiera sus tentáculos desde Irán –indiscutible corazón del chiísmo- en dirección a Líbano para encerrar así en una esfera a Siria e Irak”[3]. Más tarde fue el presidente egipcio Hosni Mubarak el que cargó contra la “coalición Irán-Hezbolá”[4], antes de que Marruecos cortara relaciones con Teherán acusándolo de intentar expandir el chiísmo en el país más occidental del mundo árabe. Se trataba de síntomas del miedo de los países árabes moderados a que, “arruinado el muro que significaba Irak, Irán extendiera su influencia y se erigiera en potencia hegemónica y gendarme de la región”[5]. Asimismo, la popularidad alcanzada por el Eje de Resistencia en la opinión pública árabe es otro factor que hace temer a los líderes conservadores. De hecho, en una encuesta de 2008, Nasralá, Bashar al Asad y Ahmadineyad se situaron como los tres líderes más populares de la región[6]. Otra encuesta del Instituto Árabe Americano, no obstante, mostró en julio de 2011, cuando el conflicto sirio comenzaba a tomar forma, que las simpatías hacia Irán habían disminuido entre los árabes[7]. Todo ello ocurre en un contexto de “guerra fría entre Irán y Arabia Saudí”[8].

“Las petromonarquías [del Golfo], al igual que muchos nacionalistas árabes, temen que este vacío [de poder en Irak] sea aprovechado por los shiítas que podrían crear un ‘shiistán’ que va desde el sur de Irak hasta el noreste de Arabia Saudí, es decir, que recubre lo esencial de la zona petrolera (agregar Líbano y Azerbaiyán). Pero, de hecho, Irán no puede ni quiere jugar la carta shiíta. La lección de los años ochenta es que la solidaridad shiíta ya no funciona como alternativa política al nacionalismo árabe. Los shiítas árabes reaccionan en ciudadanos de sus países”[9].
En Arabia Saudí se encuentra la mayor comunidad chií árabe del Golfo Pérsico después de la de Irak, pero es la que menos integrada está en una sociedad suní. Concentrados en la parte oriental -y rica en petróleo- del reino, los chiíes saudíes –un 15% de los 25 millones de habitantes de Arabia Saudí[10]- no representan una amenaza para el trono de Riad, ya que sus metas políticas son modestas[11]. Conviven en un Estado gobernado por la Casa de Saud, dinastía que da nombre al país y que es partidaria de la interpretación wahabí del islam[12]. Los wahabíes, que conquistaron la Península Arábiga e invadieron en 1913 la región chií oriental para imponer su credo suní, son contrarios a cualquier tipo de adoración de símbolos o santuarios –una tradición arraigada entre los chiíes-, por lo que destruyeron la tumba de Mahoma en Medina, así como el santuario de Husayn en Kerbala y el cementerio de Jannat al-Baghi que albergaba las tumbas de Fátima, hija de Mahoma, y del segundo, cuarto y sexto imanes chiíes[13]. Además, el ejército wahabí llamó a la yihad o guerra santa contra los seguidores de Ali. Una vez el Estado independiente de Arabia Saudí tomó forma en la década de los 30 del siglo XX, los chiíes fueron tolerados aunque no aceptados, sufriendo una marginación sistemática[14].
“El actual régimen de Arabia Saudí se considera abanderado de la visión wahabí, si bien esta es una interpretación reductora del wahabismo. Su islam oficializado ha elaborado una ideología erigida en fundamento del Estado, que institucionaliza organizaciones religiosas de nuevo cuño como parte integral del aparato estatal (…) El proselitismo saudí ha dado lugar a la fundación y financiación de una extensa red de establecimientos educativos y culturales de inspiración wahabí por todo el mundo, vehículo de la reislamización social”[15].
El carácter antichií de la corriente wahabí que gobierna en Arabia Saudí se mitigó durante el mandato del Sah en Irán, dado que este reprimió al clero chií persa y se alineó con Estados Unidos. Pero con la llegada de Jomeini al poder, 
“Arabia Saudí se sintió amenazada, recuperó la animadversión hacia su rival del norte, igualmente rico en petróleo, y emprendió una nueva cruzada ideológica en la que logró embarcar a Estados Unidos –desesperado por la pérdida de su gendarme en la región- y al resto de los países árabes, a excepción de Siria”[16].
La expansión del wahabismo desde Riad hacia el resto de la ‘umma’ –la comunidad musulmana en general[17]- con la pretensión de contener al Irán revolucionario y al panarabismo secular que gobierna en Siria, ha contribuido según Vali Nasr al recrudecimiento del enfrentamiento violento entre suníes y chiíes, cuyo máximo exponente lo encontramos hoy en Irak, donde prácticamente a diario se producen atentados de inspiración sectaria que acaban con la vida de decenas de personas[18][19][20].
“La mala relación entre wahabíes y chiíes todavía modela las actitudes de los unos hacia los otros. Desde la década de los 70, como el wahabismo se ha hecho cada vez más influyente en todo el mundo musulmán y se ha convertido en la base teológica detrás de los movimientos salafistas, el tono del conflicto entre suníes y  chiíes se ha vuelto más estridente. En muchos sentidos, el aumento de la violencia en el conflicto entre suníes y  chiíes de los últimos años proviene de la expansión de la influencia wahabí”[21].
Así pues, el miedo al ascenso chií entre los países árabes suníes conservadores se ha multiplicado con los acontecimientos de la última década. La idea de una supuesta “agenda oculta chií” ha servido para justificar los regímenes autocráticos en países como Bahréin, Arabia Saudí o Irak hasta la caída de Sadam Husein[22]. El cambio político acaecido en Bagdad, nombrado por los autores Bengio y Litvak como el segundo acontecimiento más importante en la historia de las relaciones entre suníes y chiíes tras el ascenso de la dinastía safaví en Irán, ha terminado con casi 950 años de hegemonía suní en el país del Creciente Fértil[23]. Según estos autores, el chiísmo ha demostrado su dinamismo en la última década frente al derrotismo suní, pasando de ser una secta perseguida a una fuerza en expansión[24].
“La invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 tuvo como resultado una gran agitación en las tortuosas relaciones entre suníes y chiíes, las dos principales comunidades religiosas del mundo musulmán. La caída del régimen del Baaz, dominado por suníes, y el ascenso hacia el protagonismo político de la largamente oprimida mayoría chií en este país crucial pareció cambiar el equilibrio de poder regional impulsando a los chiíes. La consolidación de Irán como potencia regional y los acontecimientos políticos en Líbano crearon una impresión de dinamismo chií e incrementaron la sensación de vulnerabilidad entre las elites de los países suníes”[25].
El antagonismo entre suníes y chiíes, no obstante, no debe ser sobrevalorado según la opinión de Javier Martín. Ni unos ni otros son bloques monolíticos. Tanto en el sunismo como en el chiísmo existen diferentes ramas y escuelas que hacen más compleja la simple división del islam en dos continentes separados y sin fisuras.

“La idea de que Irán quiere exportar la revolución se ha quedado anticuada porque era una idea jomeinista. Tenemos que entender primero que los chiíes, a parte de la división clásica de septimanos, quinquemanos y duodecimanos, se mueven mucho por escuelas. Está la escuela de Nayaf y está la escuela de Qom, que a su vez tienen diferentes ayatolás. Los chiíes son muy de ayatolás: ‘este es mi ayatolá y yo hago lo que me dice mi ayatolá’. Entonces, es verdad que hay un grupo de clérigos, en Qom sobre todo, y en algunas partes de Nayaf, con ramificaciones, que siguen las tesis de Jomeini y su principal tesis del ‘velayat-e faqih’, el Gobierno de los clérigos. Pero hay otros movimientos chiíes, sobre todo en Irak, Arabia Saudí, Bahréin y Líbano, que no están de acuerdo con la forma de pensar de Jomeini, que no creen que los clérigos deban ser los que dirijan. Por ejemplo, la oposición chií en Arabia Saudí y en Bahréin no es jomeinista. No quieren una república islámica, quieren una autonomía chií pero no están de acuerdo con el ‘velayat-e faqih’, sino que siguen otras escuelas, de clérigos como Al Sistani o Fadlalá. Es decir, que la influencia de Irán en los movimientos chiíes no es tan grande como pensamos. Irán ha intentado financiar y meterse en esos grupos. De hecho, en 1996 el atentado en Jobar [ciudad en el este de Arabia Saudí] se le atribuye a un grupo que se llama ‘Hezbolá en Arabia Saudí’, pero ese grupo es minoritario dentro de la comunidad chií”[26].
Más que un conflicto regional de carácter religioso entre suníes y chiíes, lo que tiene lugar según Martín es un enfrentamiento político entre los dos Estados más poderosos de la región.

“Lo que sí existe es una especie de combate supranacional entre Irán y Arabia Saudí por influir, pero sobre todo por influir en la guerra en Siria. Les interesa Siria, Líbano y toda esa zona. Irán apoya a Bashar el Asad, a Hezbolá y a Hamás, que es suní. Porque ahí hay un frente que vincula a Irán con el resto de Oriente Medio, sino Irán quedaría aislado. Irán puede influir en Oriente Medio a través de ese pasillo que forma Irán, Siria, Líbano, Hamás. Ese pasillo funciona desde el año 82 u 84. En el 82, cuando [Ariel] Sharon invade Líbano, Irán y Siria hacen un acuerdo estratégico que dura hasta ahora, que ha pasado por diferentes vicisitudes. Ese vínculo se establece en los 80, cuando Jomeini tiene la idea de exportar la revolución, pero sobre todo es una manera para Irán de meter el pie en Oriente Medio porque si no, no lo podría meter. Frente a ese Eje, Arabia Saudí siempre ha trabajado en un eje diferente para cortar a Irán toda posibilidad de meterse en Oriente Medio. Eso no es una cuestión religiosa entre suníes y chiíes, sino en quién influye en qué y dónde en Oriente Medio[27].
Contrarrestar la influencia de Irán en Levante es uno de los principales objetivos de Arabia Saudí. Por ello, como relata Martín en la entrevista con el autor de este trabajo, Riad lleva años tratando de quebrar el Eje de Resistencia apoyando a los grupos locales que se oponen a los aliados de Irán.

“Lo que ha hecho Arabia Saudí desde hace tiempo, sobre todo desde los 90, es apoyar a los suníes en Líbano a través de Rafik Hariri, un tipo que se hizo rico construyendo palacios en Arabia Saudí en los años 80. A través de Hariri, Arabia Saudí empezó a meter dinero en Líbano para bloquear la influencia de Hezbolá. Durante los 90 no pudo porque a Hezbolá lo apoyaba todo el mundo hasta que echó a Israel, pero una vez que Israel se va, la comunidad suní empieza a tener mucha más fuerza y de hecho a Hariri lo matan porque entra en conflicto con Bashar al Asad. Yo personalmente he hecho algunas entrevistas en Damasco y daba todo a entender que había sido el régimen sirio el que había mandado matar a Hariri porque estaba empezando a pedir que los soldados sirios se marcharan, que ya había terminado la guerra civil libanesa y que qué hacían los sirios ahí. Porque Arabia Saudí lo que quería era echar a Siria de Líbano. Echando a Siria le cortaba el camino a Irán”[28].
Además de en Líbano, Arabia Saudí también trata de reforzar a la oposición suní de Siria para horadar el poder del gobierno baasista de Damasco, una circunstancia que entronca con el conflicto civil que tiene lugar en la actualidad en Siria, donde Riad respalda a una facción de los rebeldes.
“Arabia Saudí financia a los suníes, pero al mismo tiempo, y esto no se sabe porque se hizo muy discretamente, ya desde 2003, 2004 y 2005, al poco de llegar al poder Bashar al Asad, en las zonas suníes de Siria donde estaban los Hermanos Musulmanes, en Hama, en Homs, en la zona que ahora es la más fuerte de los rebeldes,  empezamos a encontrar que empieza a haber ulemas wahabíes en las mezquitas, llegados desde Arabia Saudí. Desde ese momento Arabia Saudí empieza a meter dinero y a movilizar a la comunidad suní en Siria”[29].
En el fondo, la intervención saudí tanto en Líbano como en Siria se enmarca dentro de la denominada guerra fría que mantiene con Irán. En opinión de Martín, Riad percibe que la caída de Asad y Hezbolá aislaría a Teherán, convirtiéndolo en un actor menor en Oriente Próximo, y dejando el espacio libre para que los Saud puedan proyectar su poder a lo largo de una región dominada por regímenes suníes conservadores afines a su liderazgo.

“Lo que Arabia Saudí trata es de romper ese eje que hay entre Siria e Irán para aislar a Irán. Eso le interesa a Israel, a Estados Unidos y a Francia. Es decir, el plan saudí se ve bien en Occidente porque sirve para restar influencia a Irán… Y claro, Irán se agarra ahí como una lapa porque no quiere que le saquen de Oriente Medio. Si le quitan sus dos únicos apoyos, que son Líbano y Siria, se queda perdido (…). Irán y Arabia Saudí son dos fuerzas que en los últimos 30 años están en un enfrentamiento político, no religioso, de a ver quién de los dos influye más en la zona porque son las dos grandes potencias”[30].
Como se ha mencionado, tanto Arabia Saudí como el resto de países árabes del Golfo quieren alejar a Siria de Irán para menguar el poder de este, que deriva del Eje de Resistencia, una alianza que ha mermado la influencia de los miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo en el conjunto de la región. Acabar con el régimen sirio proiraní haría aumentar su influencia en el conjunto del mundo árabe. Catar y Arabia Saudí, sobre todo, creen que un gobierno suní afín en Damasco les otorgaría influencia sobre el vecino Irak, ahora dominado por el ejecutivo del chií Nuri al Maliki, y sobre el que en la actualidad tienen poco que decir, pero al que ven como un actor clave en el equilibrio regional de poder. Según su visión, una Siria suní reforzaría a los suníes iraquíes, así como a los libaneses, en detrimento de los chiíes y, por tanto, de la influencia de Irán[31].
Arabia Saudí, que trató de alejar a Siria de Irán mediante la diplomacia mejorando sus relaciones con el régimen baasista poco antes del inicio del conflicto civil sirio –Asad visitó Riad tres veces entre 2009 y 2010 y el rey saudí también viajó a Damasco[32]-, se posicionó del lado de los rebeldes moderados una vez se vio que el alzamiento podía acumular fuerza suficiente para tumbar al gobierno alauí. 
“Cuando el levantamiento comenzó, los líderes [árabes] del Golfo sintieron que había llegado el momento para atraer finalmente a Siria a su órbita. Arabia Saudí en particular tomó medidas para alejar a Damasco del campo iraní, mientras se aseguraba de que el alzamiento sirio no se propagaba a lo largo de la región (…). Arabia Saudí y Catar comenzaron a trabajar junto a otros, entre los que estaban Turquía y Francia, para apoyar a la oposición con el objetivo directo de derrocar al régimen de Asad”[33].
En cualquier caso, no existe una acción cohesionada de las monarquías del Golfo en la crisis siria, ya que los dos principales actores involucrados, Riad y Doha, apoyan cada uno a una facción distinta de la oposición -y de hecho han contribuido a la fragmentación que existe actualmente entre los rebeldes-. Mientras Catar respalda a los Hermanos Musulmanes[34] –que tienen más presencia en el norte del país, en las ciudades de Alepo e Idlib- y busca la derrota total del régimen,  Arabia Saudí es más precavida, desconfiando del posible escenario post-Asad en Siria por el aumento de influencia de los extremistas en la oposición. Riad apoya a los partidos prooccidentales liderados por el general Idris[35] -con mayor presencia en el sur del país, cerca de la frontera jordana, y en el este- y presiona a Estados Unidos para que envíe armamento  a esos rebeldes moderados[36].

Además, organizaciones privadas del Golfo también envían dinero a Siria, pero lo hacen para financiar a grupos rebeldes autónomos más radicales. Javier Martín lo explica, centrándose en las agrupaciones saudíes, en la entrevista realizada para este trabajo:

“Desde los 90, quiénes financian a los movimientos yihadistas son organizaciones caritativas saudíes, que están vinculadas con el gobierno [de Riad] pero que no son parte del gobierno directamente. Esas organizaciones en su mayoría se surten de la ‘zakat’, la limosna musulmana. Son organizaciones que manejan mucho dinero. Tienen vínculos con el gobierno porque, quieras o no, son ulemas que dependen del Gran Muftí de la Meca, pero en realidad van un poco por su cuenta. Entonces, nos encontramos con que las organizaciones caritativas independientes saudíes, ultrarreligiosas y ultrarradicales, están financiando a los yihadistas en Siria, como el Frente al Nusra o el Movimiento para la Gran Mesopotamia. Mientras, el Ejército Libre Sirio, los rebeldes armados, sí reciben armas directamente de la inteligencia saudí. Entonces, al final la guerra que ha habido en los años 90 entre la inteligencia saudí y los movimientos de oposición yihadistas saudíes se ha trasladado a Siria. La inteligencia saudí financia y da dinero y armas a la oposición “buena” y las organizaciones caritativas le dan dinero a los yihadistas que están en Siria. Con lo cual, en cierta manera, ese magma que hay en Arabia Saudí se ha trasladado a Siria”[37].



[1] NASR, Vali: The Shia Revival… Op Cit, p. 109
[2] COLE, Juan: “The Rise of the Sunnis and the Decline of Iran, Iraq and Hizbullah: The Middle East in 2013”, Informed Comment, 1 de enero de 2013. http://www.juancole.com/2013/01/decline-hizbullah-middle.html (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[3] MARTÍN, Javier: Suníes y chiíes… Op Cit, p. 21
[4] “Iran-Hezbollah coalition” (cita original) en MERVIN, Sabrina (ed.): The Shi’a… Op Cit, p. 20
[5] MARTÍN, Javier: Suníes y chiíesOp Cit, p. 21
[6] BARNES-DACEY, Julien y LEVY, Daniel (eds.): The Regional Struggle for Syria, European Council of Foreign Relations, 2013, Londres, p. 7. [En línea]: http://ecfr.eu/page/-/ECFR86_SYRIA_REPORT.pdf  (última consulta 24 de septiembre de 2013)
[7] MOZGOVAYA, Natasha: “Poll: Sharp drop in Iran's popularity in Arab world”, Haaretz, 27 de Julio de 2011. [En línea]: http://www.haaretz.com/news/middle-east/poll-sharp-drop-in-iran-s-popularity-in-arab-world-1.375617 (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[8] “Cold war between Iran and Saudi Arabia” (cita original) en MERVIN, Sabrina (ed.): The Shi’aOp Cit, p. 20
[8] MARTÍN, Javier: Suníes y chiíes… Op Cit, p. 10
[9] OLIVER, Roy: “En contrepoint aux nombreuses équivoques de la diplomatie de Téhéran: Oú va l´Iran?”, Le Figaro, 30 de abril de 2004 en ZÉRAOUI, Zidane: Medio OrienteOp Cit, p. 15
[10] AL-QUDAIHI, Anees: “Saudi Arabia's Shia press for rights”, BBC, 24 de marzo de 2009. [En línea]: http://news.bbc.co.uk/2/hi/7959531.stm (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[11] FULER, Graham E. y RAHIM FRANCKE, Rend: The Arab Shi’a, MacMillan Press, Bloomsburg (EEUU), 1999, p. 179
[12] MARTÍN, Javier: La Casa de Saud, La Catarata, Madrid, 2013
[13] NASR, Vali: The Shia RevivalOp Cit, p. 97
[14] Ibídem, p. 98
[15] GÓMEZ GARCÍA, Luz: Diccionario de Islam e islamismo… Op Cit, p. 348
[16] MARTÍN, Javier: Suníes y chiíes… Op Cit, p. 22
[17] GÓMEZ GARCÍA, Luz: Diccionario de Islam e islamismo… Op Cit, p. 336
[18] REUTERS: “Suicide bomber kills 20 in Iraqi Sunni mosque”, Reuters, 19 de Julio de 2013. [En línea]: http://www.reuters.com/article/2013/07/19/us-iraq-violence-idUSBRE96I0F320130719 (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[19] BBC: “Iraqi Shia family targeted in deadly attack”, BBC, 4 de septiembre de 2013. [En línea]: http://www.bbc.co.uk/news/world-middle-east-23958137 (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[20] REUTERS: “Bombs inside Sunni mosque in Iraq kill 15: police, medics”, Reuters, 20 de septiembre de 2013. [En línea]: http://www.reuters.com/article/2013/09/20/us-iraq-violence-idUSBRE98J0B720130920 (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[21] NASR, Vali: The Shia Revival… Op Cit, p. 98
[22] Ibídem, p. 109
[23] BENGIO, Ofra y LITVAK, Meir (eds.): The Sunna and… Op Cit, p. 9
[24] Ibídem
[25] BENGIO, Ofra y LITVAK, Meir (eds.): The Sunna andOp Cit, p. 1
[26] Entrevista realizada en persona a Javier Martín por el autor del trabajo el día 11 de septiembre de 2013
[27] Ibídem
[28] Ibídem
[29] Ibídem
[30] Ibídem
[31] HASSAN, Hassan: The Gulf states: United against Iran, divided over Islamists en BARNES-DACEY, Julien y LEVY, Daniel (eds.): The Regional… Op Cit, p. 17
[32] Ibídem, p. 19
[33] Ibídem, p. 20
[34] SCHANZER, Jonathan y WEINBERG, David Andrew:  “How Saudi Arabia and Qatar are the Tortoise and the Hare of the Middle East”, The Atlantic, 27 de agosto de 2013. [En línea]: http://www.theatlantic.com/international/archive/2013/08/how-saudi-arabia-and-qatar-are-the-tortoise-and-the-hare-of-the-middle-east/279090/ (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[35] HASSAN, Hassan: The Gulf states… Op Cit, p. 23
[36]  BLACK, Ian: “Saudi Arabia: Syrian rebels must be armed”, The Guardian, 25 de junio de 2013.  [En línea]: http://www.theguardian.com/world/2013/jun/25/saudi-arabia-syria-rebels-armed (última consulta 25 de septiembre de 2013)
[37] Entrevista realizada en persona a Javier Martín por el autor del trabajo el día 11 de septiembre de 2013


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