Un año en Copenhague, ¿cómo describirlo? Muchas ideas vienen
a mi cabeza. Amistad, experiencia, cultura, intercambio, aprendizaje, descubrimiento
y, cómo no, frío. Personas de todo tipo y color se han cruzado en mi camino en
los últimos meses. Este año he vivido situaciones increíbles, pero también
otras horribles. He probado el amargo sabor de la muerte. Pero también el dulce
aroma del cariño. He conocido a personas tan valiosas que, tras la despedida,
dejan un vacío interior difícil de reparar. El alivio de saber que tarde o
temprano nuestros caminos volverán a cruzarse no sirve de consuelo en el
momento del adiós. No obstante, tras un periodo de reflexión, la certeza del
próximo rencuentro facilita la vuelta a la normalidad. Al fin y al cabo, este
año no ha sido sino un paréntesis. Un agujero negro en nuestras vidas a través
del que, coincidiendo en tiempo y lugar, hemos tenido la oportunidad de enriquecernos
mutuamente. Al paréntesis no le sigue un punto y final. Nos quedan muchas
líneas por escribir juntos. No importa dónde, no importa cuándo. Lo fundamental
es que el camino no acabó entre Nørrebro y Amager. A todos vosotros, gracias.
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