viernes, 9 de abril de 2010

¿Por qué?

Recojo hoy un fragmento de la obra "Sinhué el egipcio", de Mika Waltari. Porque la curiosidad, la avidez de saber, es un requisito indispensable para la formación de seres libres e independientes. Porque nuestro conocimiento es el único arma que tenemos para luchar contra la manipulación. Cuestiónalo todo. Porque en la duda está la esencia de la verdad. Porque para encontrar la verdad hay que haber dudado antes. Comprúebalo tú mismo. Atrévete a pensar fuera de sus esquemas.

"Un día mis ojos se abrieron, me desperté como de un sueño y con el espíritu desbordante de alegría me pregunté: «¿Por qué?» Porque la temida clave de todo verdadero saber es la pregunta: «¿Por qué?» Esta palabra es más fuerte que la caña de Thoth y más poderosa que las inscripciones grabadas sobre la piedra.

 He aquí cómo ocurrió. Una mujer no había tenido hijos y se creía estéril porque había pasado ya de la cuarentena. Un día, sus menstruos cesaron y, atemorizada, acudió a la Casa de la Vida preguntándose si un mal espíritu habría penetrado en ella  empozoñando su cuerpo. Como está prescrito, tomé unos granos de trigo y los hundí en la tierra. Regué algunos granos con agua del Nilo y los otros con orina de la mujer. Puse todo aquello al sol y le dije a la mujer que volviese a pasar al cabo de algunos días. Cuando vino, los granos habían germinado; los que habían sido regados con agua del Nilo eran pequeños, mientras los demás estaban florecientes. Así lo que estaba escrito era verdad, como se lo dije a la mujer sorprendida.

-Regocíjate, mujer, porque en su misericordia el poderoso Amón ha bendecido tu seno y tendrás un hijo, como las demás mujeres benditas. La pobre mujer lloró y me dio un brazalete de plata que pesaba dos
deben. Pero en el acto me preguntó si sería varón, porque se figuraba que lo sabía todo. Reflexioné un momento, la miré a los ojos y le dije:

-Será un hijo.Porque las probabilidades eran las mismas y en aquellos tiempos tenía suerte en el juego. Estuvo todavía más contenta y me dio otro brazalete igual al primero.

Una vez se hubo marchado, me pregunté:«¿Cómo es posible que un grano de trigo sepa lo que ningún médico puede dilucidar antes de que los signos del embarazo sean perceptibles a la vista?» Entonces me decidí a hacer esta pregunta a mi maestro, pero éste se limitó a contestar: -Está escrito.

Pero aquélla no era una respuesta satisfactoria a mi porqué. Me decidí a consultar acerca de la maternidad al médico comadrón real, quien me dijo: -Amón es el dios de todos los dioses. Su ojo ve la matriz que recibe la semilla. Si permite la fecundación, ¿por qué no permitir que un grano germine en la tierra si se ha regado con el agua de la mujer fecundada?

Me dirigió una mirada de compasión como a un imbécil, pero su respuesta no me, satisfizo.Ahora mis ojos se abren y veo que los médicos de la Casa de la Vida conocían únicamente los textos y las costumbres, pero nada más. Porque si preguntaba por qué había que cauterizar una herida purulenta mientras se unta una herida ordinaria y se la cubre con un apósito y por qué el moho y las telarañas curan los abcesos, me respondían:-Así se ha hecho siempre.

De la misma forma el manipulador del cuchillo que cura tiene el derecho de practicar las ciento veintidós operaciones e incisiones que han sido descritas, y las ejecuta más o menos bien según su experiencia y habilidad; más o menos lentamente, ocasionando más o menos sufrimientos al enfermo; pero no puede hacer nada más porque sólo éstas han sido descritas.

Había gente que se adelgazaba y cuyo rostro se ponía pálido, pero el médico no podía descubrir enfermedad ni defecto. Y, sin embargo, estos enfermos recuperaban la salud si comían hígado crudo de las víctimas de los sacrificios pagando por él un precio elevado, pero nadie podía explicar el porqué; nadie se atrevía siquiera a preguntarlo. Otros tenían dolores de vientre, y sus manos y sus rostros se ponían ardientes; tomaban purgantes y calmantes, pero unos sanaban y otros morían sin que los médicos pudiesen decir de antemano lo que ocurriría. No estaba siquiera permitido preguntarse por qué. No tardé en darme cuenta de que hacía demasiadas preguntas, porque todos comenzaron a mirarme de soslayo y los camaradas entrados más tarde que yo pasaban delante de mí y me daban órdenes. Entonces fue cuando me quité mi vestidura blanca, me purifiqué y abandoné la Casa de la Vida, llevándome los dos brazaletes cuyo peso era de cuatro deben."


Jaime

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