miércoles, 15 de septiembre de 2010

Manipulados

Gran parte de la culpa de que el mundo de hoy sea como es recae sobre los medios de comunicación. Ellos, responsables de llevar al ciudadano de a pie los hechos relevantes que suceden más allá de su experiencia individual, aprovechan su inmenso poder para manipular la realidad a su antojo. Los periodistas de hoy en día, más que informadores veraces, son escultores de una realidad modelada a imagen y semejanza del interés de sus jefes. Y al hablar de jefes no nos referimos solo a sus superiores jerárquicos en el organigrama de sus empresas de comunicación. Porque en el sistema en que vivimos el jefe de un asalariado es tanto el dueño de su empresa como el banquero que la financia o el político que le concede la subvención. Y más aun en el mercado de la información.

Lejos de llevar a cabo una labor social y ejemplarizante con ánimo de mejorar las vidas de los ciudadanos, los medios de comunicación se limitan a mostrar los acontecimientos desde el punto de vista que más beneficia (o que menos perjudica) al sistema imperante. Infravalorando toda voz crítica, silenciando o injuriando todo acto disidente. Entrar a formar parte de la plantilla de una empresa de comunicación significa tirar a la basura todo principio ético periodístico. Este oficio, que en teoría debería dedicarse a sacar a relucir la verdad por encima de todo, se convierte en mero servilismo hacia la voluntad de aquellos que se encuentran en el poder. Y en una sociedad capitalista, el poder se asienta en un trono llamado dinero. De esta forma, el periodista, lejos de ser como el león que acecha a su presa, se convierte en su perro guardián, fiel escudero del amo.

Si la información es poder y el poder es dinero, la información, por tanto, también es dinero. El día en que las empresas informativas se dieron cuenta de esta ecuación comenzó el fin de la dignidad periodística. Los medios se pliegan ante los anunciantes. La publicidad gana terreno y expulsa a la información. No sólo le quita el espacio en la programación, sino que modifica su naturaleza hasta banalizarla por completo. Los medios son empresas con ánimo de lucro. El beneficio económico se lo proporciona la publicidad. Conclusión: toda actividad mediática se subordinada a su eventual rentabilidad. Aquel programa  que no resulte positivo en términos económicos es inmediatamente descartado. Todo esto conlleva la cada vez más abrumadora presencia de programas del corazón, reality shows, tertulias casposas, noticias de sucesos, etc. que inundan todos los días el espectro televisivo.

Ante todo esto parece que la única solución posible se encuentra en el cambio de modelo de gestión mediática. Crear un sistema que permita a los medios comunicativos no depender de la financiación publicitaria. Conseguir que los informadores cumplan con su deber de trasladar a la población aquellos hechos que afectan a sus vidas, sin distorsión alguna por motivo de intereses económicos egoístas de la empresa. Otorgar, al fin y al cabo, la posibilidad a toda persona de acceder a información veraz, plural, de calidad y completamente ausente de intenciones manipulativas.

Jaime

Imagen de "El Roto"

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